martes, 23 de noviembre de 2010

El deber de fluir


El no sabía hablar.

Soplaba nubes
Y con un gran pincel pintaba de azul alrededor de ellas.

Cuando se sentía triste conversaba con los árboles
Y veía a las aves danzar con las nubes.

Cantaba con el viento
Y bajo el sol corría en círculos.

Cuando la luz fallecía
El sol huía.

Y se abría el camino a aquellos brillantes senderos de su alma.

Tan brillantes como su cristalina mirada,
Encerrada en esas torpes manos.

La oscuridad lo consolaba
Y lo ayudaba a entender.

Hay ciertas cosas deben permanecer simplemente siendo
“Cosas”…

Más no entender.

Tan sólo sentir,
Aquella suave brisa nocturna acariciando sus lágrimas
Y la dulce garua consolándolo.

Las estrellas lo guiaban,
Lo recogían en su intermitente luz pálida
El cerraba los ojos
Y comprendía…

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